Anecdotario: ¿Cuál es el vínculo que une a Rocío Jurado con la Quisquilla de Motril?

Rocío Jurado y las quisquillas de Motril - Chef de la quisquilla - anécdota - Álvaro García

Anecdotario: ¿Cuál es el vínculo que une a Rocío Jurado con la Quisquilla de Motril?

Cuentan los antiguos pescaderos del mercado municipal de Motril que, hasta el 17 de febrero de 1995, nadie se refirió a nuestro exquisito manjar marino de huevas azules como ‘Quisquilla de Motril’. Aquel día, en una finca – de nombre Yerbabuena – situada a 35 kilómetros de Sevilla, se celebraba la que – con permiso de la Infanta Elena – fue catalogada por la crónica social como «la boda del año». La folclrórica, Rocío Jurado contraía matrimonio con el torero, José Ortega Cano y lo celebraban con una gran fiesta a la que asistieron más de 1.500 invitados [doscientos en el interior de la ermita y el resto a través de una pantalla gigante]. Como no es de extrañar, muchos de ellos eran personajes públicos de sobresaliente relevancia nacional y los anfitriones quisieron obsequiarlos con lo más selecto de la gastronomía patria. En el centro del banquete, una enorme mesa rectangular ofrecía diversas exquisiteces perfectamente presentadas e identificadas con pequeños cartelitos que ponían nombre a cada gustoso bocado. Sin duda, había un marisco que brillaba por encima de los demás. La Miss del Mar lucía sus mejores galas en un evento más que significativo en su exclusiva historia. De hecho, aquel día, pasó de llamarse ‘carabinero’ a ser conocida por todos como ‘Quisquilla de Motril’. Ese era el nombre que rezaba en el cartelito que identificaba a unas elegantes «gambas» de cabeza picuda, huevas azules y carne extremadamente sabrosa, que hiceron salivar a los paladares más inconformistas. Fue entonces cuando, de forma totalmente inesperada, los pescaderos de la Costa Tropical comenzaron a recibir llamadas de diferentes restaurantes de la geografía española, solicitando un producto del que nunca habían oído hablar, pero que ahora le estaban reclamando sus clientes más VIP. Imaginamos que tuvo que ser algo así:

– Buenos días, le llamo del restaurante «X» y quisiera encargar cinco kilos de Quisquillas de Motril para mañana.

– Perdone, ¿qué ha dicho? ¿quisquilla de Motril?

– Sí, eso he dicho.

– Pues me va a tener usted que perdonar pero, eso no existe.

– ¿Cómo que no? Los clientes que me lo piden aseguran haberlo probado en la boda de «la más grande». Comentan que se trata de un delicioso marisco, parecido a la gamba pero, más bonito y mucho más sabroso. Además, tiene unas huevas azules inconfundibles. ¿Cómo no va a saber usted lo que son las Quisquillas de Motril, hombre?

– Oiga, usted a lo que se está refiriendo es a los carabineros de Motril. ¿Quién le ha dicho que esto llama Quisquilla?

– Lo dice «la Jurado».

– Pues, no se hable más. Marchando esos cinco kilos de quisquillas de Motril, caballero.

Lo hemos intentado, pero – hasta la fecha – nadie ha podido desvelarnos el nombre del lugar donde Rocío Jurado descubrió a sus (nuestras) Quisquillas de Motril. Aunque, todo apunta a algún restaurante de Granada porque – según fuentes vinculadas a la lonja – no hay constancia de que la tonadillera visitara la Costa Tropical. Tuvo que probarlas en algún sitio y preguntar, extrañada, al detectar las diferencias – tanto físicas como gustativas – entre la Miss del Mar y las criaturas marinas más consumidas en las costas de Cádiz y Huelva. Manjares a los que ella estaba más que acostumbrada y que, por las características de sus aguas, sinceramente, no tienen nada que ver con la incomparable reina del Mar de Alborán. Lo percibió, lo valoró y se enamoró de su sabor, hasta el punto de incluirlas como producto estrella en su banquete nupcial. Y abrió la veda. Gracias a ella, fue mucha la gente que supo que existían y empezó a consumirlas y recomendarlas, refiriéndose a ellas como auténticas delicatessen. Desde Chef de la Quisquilla – y a título póstumo – nos sentimos en la obligación moral de agradecer a «la más grande» su labor como perfecta embajadora de nuestro bien más preciado.

Las viejas glorias marengas siguen llamándolas carabineros, aunque no lo son. Al menos, tienen poco que ver con lo que el público comercial conoce como carabineros. Grandes, muy rojos, de cabeza también picuda y carcasa mucho más gruesa y dura que la de nuestra Miss del Mar. En Motril, lo que tú compras como carabineros se conoce como «chorizos». Igual que las afamadas «gambas rojas de Garrucha» – que, por cierto, también son capturadas en el Mar de Alborán – aquí se les llama «rayao». Es exactamente el mismo producto, con el mismo aspecto, el mismo sabor y hasta el mismo precio. Solo que, en la Costa Tropical, se le llama así. Y, en Garrucha, han sido listos a la hora de diseñar su estrategia de marketing gastronómico porque, sin duda, les viene funcionando muy bien. ¿No crees?

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